izquierda porque allí se encontraban los temibles gigantes. Los papás y las mamás
advertían a sus hijos de los peligros que podían correr si no respetaban esa orden del rey y
cada vez que salían de casa les recordaban la dirección hacia la que debían caminar. Pero
sucedió que un día la pequeña H había estado jugando con sus amigos cerca del riachuelo
hasta que el Sol se ocultó tras las montañas. Cuando los niños volvieron a casa, lo hicieron
hacia el lado correcto haciendo caso de los consejos de sus papás antes de salir.
Pero aquél día, a la H nadie pudo recordarle nada, porque su papá y su mamá habían
estado de viaje. Así que a la hora de regresar a casa, después de pasar todo el día
pescando en el río y divirtiéndose, empezó a soplar un fuerte viento y a llover con gran
intensidad. Con las prisas por refugiarse no se dio cuenta y se dirigió hacia los árboles que
estaban a la izquierda del camino.
El mago Catapún, que la había visto refugiarse entre los árboles del País de los
Gigantes, aprovechó la oportunidad para fastidiarla. Decidió mandarle un viento más fuerte
y más frío, que la arrastró y la empujó contra un árbol; se dio tal golpe que quedó tendida
sobre la hierba cayéndole la lluvia encima. Allí estuvo hasta que pasó el elefante del
príncipe E, que solía acercarse al bosque cada vez que tenía apetito. Al verla así, la cogió
con su trompa, se la colocó encima de su cuerpo con mucho cuidado y la llevó al hospital.
Allí se ocuparon de curarla, pero se había enfriado tanto que no consiguió recuperar la
voz. No podía decir nada; se quedó muda.
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